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HOMOFOBIA, DISCRIMINACIÓN E INTOLERANCIA

Aunque las leyes y acuerdos de protección de Derechos Humanos proscriban la discriminación, la intolerancia hacia los homosexuales es practicada en este mundo nuestro de la igualdad y libertad.


En 55 países se les persigue y no se admite la libre orientación sexual; como muestras más desgarradoras están los asesinatos en Brasil por los denominados "escuadrones de la muerte", las lapidaciones en Argelia, las operaciones de castigo en Perú, las torturas en Rumanía, el internamiento en psiquiátricos en Rusia, los crímenes neonazis en EE.UU. y las ejecuciones en Irán, entre otras expresiones de barbarie.



Pero la homofobia, la fobia a la homosexualidad, no tiene solamente una proyección sanguinaria como la descrita, también está presente de forma continua y latente en nuestras sociedades de muy diversas maneras. La difamación y el silencio que se otorga a la realidad de transexuales, lesbianas y gays, en el ámbito educativo, laboral y social, la tergiversación de su imagen alimentando prejuicios que presentan la homosexualidad como una degeneración o una enfermedad, la ocultación sistemática de imágenes positivas o la no equiparación de derechos que exigen, por ejemplo, las resoluciones del Parlamento Europeo, son también discriminaciones homófobas.



En España la discriminación del colectivo homosexual, superada la antigua persecución policial, radica hoy en la ausencia de derechos, especialmente respecto a las relaciones de pareja. Los gays o lesbianas no pueden nacionalizar a su pareja extranjera, ni equiparar su relación con el matrimonio, ni ejercer derechos de adopción ni sucesión, ni otros derechos alcanzados por los heterosexuales. Y aunque nuestra legislación penal castiga la violación de derechos por razón de orientación sexual, son continuos los sucesos de agresiones de los intolerantes, con una escasa sensibilidad de las instituciones ante estas conductas, especialmente de jueces y fiscales que son quienes tienen el deber de perseguirlas y sancionarlas.



Estas agresiones homófobas han sido persistentemente denunciadas por las organizaciones de gays, lesbianas y transexuales, señalando desde autores de libros didácticos que reflejan actitudes sexistas y discriminatorias, algunos han llegado a divulgar como "curar" la homosexualidad mediante descargas eléctricas y otras técnicas de modificación de conducta, hasta numerosas agresiones protagonizadas por grupos racistas y también, obsérvese el detalle, por grupos de adolescentes magrebíes que practican el robo con homofobia. Algunas ciudadanos murieron a causa de esas agresiones y la memoria nos recuerda a Sonia, el transexual del Parque de la Ciudadela, brutalmente asesinado por cabezas rapadas como un símbolo de muchos otros casos no tan conocidos. Los intolerantes saben que ahora los homosexuales están intentando normalizar su situación y son más vulnerables, por todo ello es esencial estar muy atentos y reclamar una mayor aplicación de la homofobia como agravante de muchos delitos e incluso una aplicación más rigurosa del artº 510 y siguientes del Código Penal que sancionan los delitos cometidos con ocasión de los Derechos fundamentales y de las libertades garantizados por la Constitución protegiendo la libre orientación sexual de las personas.



La persecución, el ultraje, la agresión, el insulto, la burla, la infamia que durante tantos años ha padecido la persona homosexual ha sido alimentado por prejuicios que desgraciadamente las instituciones no trabajan para erradicar, resultando paradójico en una sociedad democrática que uno de cada cuatro de nuestros conciudadanos se pronuncie por impedirles el acceso a ciertos empleos y que la mitad de las familias rechacen la homosexualidad de su hijo o hija, siendo especialmente grave el sufrimiento de los adolescentes. Es en estos casos juveniles donde la homosexualidad es vivenciada de forma más angustiosa, con soledad y miedo, pues al descubrir su orientación sexual no tienen con quien hablarlo y carecen de clima de confianza que les permita afianzar una autoestima que suele estar muy dañada. El resultado es claramente previsible, fracaso escolar y crisis continuas, depresiones e incluso situaciones más graves que pueden acabar en suicidios. Si a todo ello añadimos los actos de crueldad de adolescentes que asumieron la intolerancia homófoba, expresada a través de insultos, humillaciones públicas, agresiones e incluso violaciones sexuales, no resulta banal señalar la escasa atención que prestan las instituciones a toda esta problemática.



El Parlamento Europeo tutelando la aplicación del principio de igualdad de trato con independencia de la orientación sexual de la persona, ha pedido a los Estados de la Unión que supriman todas las disposiciones jurídicas que criminalizan y discriminan las relaciones sexuales entre personas del mismo sexo, que pongan fin al trato desigual en disposiciones jurídicas y administrativas, que adopten medidas contra las crecientes agresiones de que son objeto las personas homosexuales y que garanticen el procesamiento de los autores de estas agresiones, así como la realización de campañas contra cualquier tipo discriminación social contra los homosexuales y el apoyo con fondos públicos.



Especialmente importante es la petición del Parlamento Europeo a los Estados para que se ponga fin a la persecución de la homosexualidad como atentado al orden público o a las buenas costumbres, a toda forma de discriminación en el ámbito laboral, servicios públicos, derecho penal, civil, contractual y comercial, al almacenamiento electrónico de datos relativos a la orientación sexual de un individuo sin su conocimiento o a la divulgación no autorizada o uso indebido de dichos datos, a la prohibición de contraer matrimonio o acceder a regímenes jurídicos equivalentes, con plenos derechos, a las parejas de homosexuales, y a toda restricción de los derechos a ser padres, a adoptar o a criar niños. La lucha contra la discriminación está plenamente legitimada.



No obstante en nuestro país existen sectores ideológicos que viven en profunda asintonía con el avance y consolidación de los valores democráticos que se oponen a una normalización jurídica de lo que es una realidad y que interpretan la homosexualidad como una psicopatía cuasidelictiva, abonando el caldo de cultivo de la intolerancia. Estos sectores ya se equivocaron antaño negando y persiguiendo el conocimiento científico, y les llegará el momento de reconocer haber errado también al negar la diversidad y pluralidad del ser humano. Aunque mientras se modifican estas visiones retrógradas de la realidad, la lucha por los derechos, por la justicia, no puede esperar infinitamente en su deseo de alcanzar la igualdad para vivir desde la diversidad de la convivencia. Los homosexuales no se diferencian como ciudadanos del resto de personas y reclaman el mismo respeto y los mismos derechos que todos. Hoy luchan por legitimar su relación de pareja ante la ley, por sus derechos de igualdad y por erradicar cualquier manifestación de homofobia. En definitiva por ser ciudadanos libres.


¡Por todos un respeto!


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